Lo que me ha enseñado la pandemia

Lo que me ha enseñado la pandemia. Voy a narrarles una buena parte de lo que me ha enseñado la pandemia, un resumen ejecutivo que espero sea entretenido y llame la atención de nuestros lectores.

La fragilidad de la vida

Ver partir a seres queridos y a otros conocidos, con mayor frecuencia que en tiempo normal, casi todos ellos por no vacunarse o por tener complicaciones cardiacas, de sobrepeso, diabetes o de tensión arterial adicionales, duele, no solo por la partida de quienes hemos mencionado sino porque nos restriega en la cara que nosotros también podríamos caer durante el transcurso de la misma y, es claro, ninguno se quiere morir y casi nadie está preparado para hacerlo. Incluyo el casi porque algunos se ufanan de estarlo, no tengo pruebas para desmentirlos pero tampoco para avalar su presunta condición. Yo no me quiero morir ¿y usted?.

La fragilidad de las relaciones

personas van y vienen de nuestras vidas, la persona ideal y eterna que solo nos duró seis meses, el amor de la vida que va en su tercera o cuarta temporada, etc. etc. Conviene cuidar a quienes decimos amar, ya que el asunto no es hablar sino vivir, ser coherentes con el discurso, lo he dicho muchas veces a muchas personas. He observado a quienes mucho hablan y poco hacen en consonancia con lo predican e intento hacer lo contrario, decir poco pero ser homogéneo entre lo que pienso, siento y vivo. Hacer sentir a nuestro seres queridos que los amamos muy por encima de los adjetivos y las consonantes.

Lo importante de las escalas.

Todo visto en contexto o en perspectiva, cambia radicalmente nuestra postura, sea esta fatalista u optimista a ultranza. Cuando nos encerramos en nuestro microcosmos agigantamos las crisis, los problemas y el día a día; cuando tenemos el valor de hacerlo pero en un marco temporal de 10-15-20 años, el asunto se transforma, generalmente se minimiza dentro del bosquejo «grande» de nuestra vida.

Casi nadie está preparado para las crisis.

La mayoría vivimos sin planear, sin escenarios posibles con variantes y alternativas, entonces todo lo que nos sucede es bienvenido porque sencillamente no lo esperábamos. Cuando uno diagrama su existencia en términos macro, dando margen a la improvisación dentro de parámetros, todo cobra sentido y al final, sabremos si estamos en el lugar acertado, con las personas precisas y en el escenario que imaginamos. Claro, pocos tenían en su bitácora de vida una pandemia ni mucho menos esquemas posibles para acomodarse a la situación; en estos casos, la depresión y la ansiedad cobran su cuota y nos enferma, a unos más que a otros.

Flexibilidad y adaptación

La flexibilidad es la norma y, el que no se adapta, perece. Muy darwiniano. Ya mencioné lo crucial de hacer esquemas de vida y de trabajo pero que esto no nos paralice para tener que ceder y acomodarnos.
Lo importante de los domicilios. Al comienzo de este asunto del Covid 19 muchos nos enfrentamos a empresas que no tenían esquemas de repartición, ni pasarelas de pago digitales. Aun a estas alturas del partido, distintas empresas a punto de colapsar no lo resuelven. Lo digital debe ayudar pero a la larga es solo un conector.

Hoy es importante

La importancia del hoy, de vivir intensamente, porque como dijo el poeta, mañana puede ser tarde. Enfatizo intensamente por encima de irresponsablemente ya que desde la filosofía del buen vivir, intensidad implica compromiso y responsabilidad. No se trata de acabar con todo o con todos para justificar nuestra intensidad, se trata de ser feliz y hacer felices a quienes nos interese hoy, porque sencillamente mañana, tal vez no llegue para nosotros.

Conclusión

Seguramente hayan otras cosas a rescatar de aprendizaje durante esta pandemia, como el hecho del contacto físico que no resulta imprescindible con tanta gente, solo con nuestro círculo privado; que internet y la conectividad se volvieron mucho más importantes para el grueso de la población después de estos meses y un largo etcétera.

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